martes, 18 de octubre de 2011

GLOSARIO (APRESURADO) PARA LOS NUEVOS TIEMPOS DE LA EMPRESA


Liderazgo

Es un término escurridizo y frágil. Che Guevara ha presidido durante décadas el pensamiento ingenuo de muchos adolescentes. Era un líder. Y también Bob Dylan, Mose Dayan, Picasso y su Guernica, Gandi, Luther King… Y, desde luego, John Fitgerald Kennedy y Mao Tse Tung, Pero también una legión de santos, de premios nobel, de poetas, músicos, artistas legendarios de cine y, en nuestros días, por citar ejemplos recientes, Mario Conde, Leo Messi, Belén Esteban…Una lista, en fin, interminable  y  muy asimétrica.

La sociología   contemporánea ha desacralizado, en cierto modo, a los líderes clásicos. Les ha hecho descender del intocable nimbo de los mitos y les ha sometido, como a los libros,  los discos y  las modas, a un baile estresado, a  un “sube y baja” vulnerable en  las resbaladizas  listas de éxito. No es líder todo lo que reluce.

Por eso hoy tendemos, más bien, a contemplar  al líder  no como un meteorito adornado de seducción y  carismas extraños, sino como un tipo con  virtudes, con hábitos tenaces. Estamos, de alguna manera, socializado el liderazgo, haciendo de él una necesidad en la empresa,  un  estilo de mando,  un ejercicio espeso de trabajo y persuasión,  una constancia, un talante ético y   una postura utópica frente al espesor de los problemas cotidianos. No es posible una empresa  sin un líder. Y no es posible un líder sin dosis grandes de racionalidad, información actualizada, instinto de equipo y, a partes iguales, humildad y arrojo. Importa menos que sea guapo, tenga la barba arreglada, se vista en Armani o no dé bien en un póster para la habitación de universitarios.




PROMS, un modelo de mecenazgo

El 10 de agosto del año 1895 se celebró el primero  de los PROMS, un legendario  programa de conciertos que se celebran en el Royal Albert Hall de Londres, durante los meses de verano   dando lugar a un mítico acontecimiento, referente mundial de la música. Los mejores conjuntos, los más acreditados directores, la crema de las sinfonías  clásicas. Moviliza cientos de miles de seguidores en el mundo cada año.

Los PROMS fueron fundados por el empresario Robert Newman,  en colaboración con el director de orquesta Henry J. Wood y son un exponente  emblemático de eso que llamamos esponsorización, patrocinio o mecenazgo. Son la obra de un  patrón de empresa, empeñado en promover la educación musical en capas amplias de la población.
Los mecenas han existido siempre, desde Pericles en la Grecia clásica hasta Guggenheim en nuestros días. Brillaron hasta deslumbrar  en el Renacimiento -los Médicis, Borgia, Sforza,  Gonzaga-  y su estela se ha mantenido pujante en la historia moderna y contemporánea –Francisco de los Cobos, Duques de Alba, Lázaro Galdiano, March, Rokefeller, Barón Thyssen- en un inacabable inventario de familias y prohombres.
Han rescatado genios potenciales que sin su respaldo se hubieran disuelto en el limbo abstracto de la gente corriente, de la masa. En el mecenazgo se han cosechado estilos artísticos, descubrimientos científicos, obras inmortales del pensamiento y de la literatura. Ellos, los mecenas, los patrocinadores, han contribuido a elevar los niveles de salud mental , a hacer la vida más confortable, en un clima libre de cultura y creatividad del espíritu.
Hoy el mecenazgo debe adquirir  perfiles corporativos y con una cierta tonalidad  ética. Los empresarios en su conjunto, como gestores de recursos financieros, mediante una adecuada reordenación legislativa -la ley de mecenazgo, por ejemplo- pueden jugar un papel primordial en el mantenimiento y creación de nuevos yacimientos de cultura. Máxime en esta hora en que la crisis amenaza  con provocar una sequía severa en las finanzas de las administraciones públicas y de otras entidades que han sido  proverbiales agentes de difusión cultural en nuestro país.

I+d, la cuarta clave

Como es sabido en música hay tres claves fundamentales -la clave de sol, la clave de fa y la clave de do- que marcan la pauta del abanico de interpretaciones. ¿Tendremos que introducir una cuarta clave para crear armonías nuevas  en el quehacer empresarial? Porque en clave de re, hay, un sin fin de términos  -regeneración, reactualización, reanimación, recuperación, renovación,  por citar media docena de ellos- que están llamando con desesperada insistencia a las puertas del mundo de la empresa.

Hay también otros términos relacionados  por la clave de  re.  Estos no tienen la cortesía de  llamar a la puerta y suelen albergar en su vientre una metralla imprevisible.  Son por ejemplo recusación, rebeldía,  revanchismo, resistencia,  revolución,...  ¿Estamos aún a tiempo de elegir la clave apropiada?.

Lo que entraña las  míticas siglas I+D  ya no es algo negociable, porque la experiencia real en las última décadas lo ha convertido en obvio. Se trata de invertir en investigación  y desarrollar tenazmente las consecuencias de este nexo, en sus aplicaciones a la producción de bienes y servicios. A eso le llamamos innovar. El conocimiento es un caudal, una materia  básica, tan imprescindible en la vida de la empresa como el combustible,  las fuentes energéticas o los flujos financieros. Se encuentra  en  yacimientos determinados (universidades, equipos científicos, trusts de investigación, fundaciones  think tanks nacionales e internacionales…) No es inflamable como el gas o el petróleo, no entraña riesgos de catástrofes. Su escasez,  no digamos su ausencia, en cambio, puede ser devastadora para la empresa.






las otras gestiones

Atribuimos al perfil estándar del empresario, un arco de cualidades que nadie discute: dedicación denodada al trabajo de cada día, olfato para descubrir nichos de mercado,
relaciones finas con la administración y el mundo de la finanzas, buen conocimiento de su plantilla para  impregnar los cuadros con motivación y estímulo profesional, visión para anticiparse a los problemas del futuro. Dicho con otras palabras hablamos de los territorios inevitables del gestor: gestión de recursos humanos, gestión financiera, gestión comercial, gestión de relaciones públicas…

Pero conviene recordar que  no se agotan aquí todas las necesidades y funciones del manager, del management.  En los manuales de psicología se estudia un asunto al que se  designa con el  raro nombre de  alexitimia. Y significa  un cierto fracaso en la gestión de las emociones. En su modo más severo se convierte en una patología fronteriza con el autismo. Revela la incapacidad del sujeto en el manejo de sentimientos, en el modo correcto de expresarlos  e incorporarlos de modo coherente al cuadro de decisiones y a su proyecto personal de vida. Es un fallo frecuente. Una de cada seis personas, según los psicólogos puede verse afectado de alexitimia.

Hoy hablamos con mucha frecuencia de ingeniería financiera, aplicada incluso a las cartillas de ahorro. También empieza a hacerse tópica la expresión “ingeniería del alma”, o sea de  los adentros, de la interioridad más intransferible, de la personalidad que somos. Una gestión incorrecta de ese mosaico de sentimientos en que consistimos cada uno de nosotros (el miedo, la tristeza, la alegría, el buen  o mal humor, el asombro, el deseo de placer, la ambición, el amor, el desprecio, la ansiedad, el pánico, la soledad, la nostalgia…) condicionan de modo definitivo eso  que es vital para un empresario: el cuadro o marco apropiado de decisiones. El verdadero guardián de este santuario tiene un nombre muy aceptado en las ciencias psicológicas: la inteligencia emocional. Es la sala de calderas, sin cuya puesta a punto permanente, lo que tradicionalmente hemos llamado atributos del buen empresario puede verse lastrado de raíz: la vocación, la pasión, la confianza en sí mismo, la honestidad, la ejemplaridad, la visión de futuro, la creatividad de gestión.

Gonzalo BLANCO
Editor y escritor
Coordinador de la Colección Soñando Futuros (FORCAL)

jueves, 6 de octubre de 2011

Cultura y Empresa


No es un fenómeno nuevo la relación entre empresa y cultura. A lo largo de la historia siempre existieron mecenas que protegieron a escritores, poetas y artistas estableciendo una especie de acuerdo de mutuo beneficio y aún hoy en día son numerosas las instituciones y fundaciones empresariales y financieras, que incluyen en sus planteamientos el apoyo a la cultura y se benefician de los resultados de ese apoyo.

Y no estamos hablando de “negocio” en sentido estricto. No siempre el apoyo de la empresa a la cultura supone un beneficio económico directo, sin embargo sí produce, en muchas ocasiones, un plus de valor añadido a lo que la firma productiva, en términos globales, lleva a cabo. Un plus, no sólo dinerario como las desgravaciones fiscales que comportan este tipo de iniciativas, sino también de prestigio social que, en última instancia se puede traducir también en rentabilidad económica a corto o medio plazo por la vía de la publicidad barata y selectiva.

La implicación empresarial con la cultura, supondrá revertir en la sociedad parte de lo obtenido de ella, en forma de belleza, creatividad e imaginación y, en contrapartida, ésta devolverá reconocimiento público a una labor con alto grado de altruismo, lo que en definitiva será una propaganda valiosísima, que hará destacar los mejores valores de quienes se impliquen en la ayuda a la actividad intelectual por encima de quienes no lo hagan, por más que estos últimos se vuelquen en publicitarse, con los típicos “lugares comunes” de la publicidad clásica y por los medios tradicionales (TV, radio, prensa, buzoneo…).

Muchas veces resulta más eficaz la propaganda subliminal e indirecta que la frontal y siempre tendrá más “nombre” y será más considerada una entidad empresarial que mantenga un programa de exposiciones, patrocine un congreso de escritores o artistas, instituya un premio de poesía, teatro, pintura o música, o mantenga una apuesta editorial, que aquella que se limite a invertir todo el dinero que destine a publicidad en simples spots, aunque a corto plazo pueda parecer que produce un mayor rendimiento, pues el reconocimiento social que el patrocinio a la cultura conlleva, trae siempre  consigo un aumento de prestigio de cara a los clientes habituales, proveedores y trabajadores vinculados a la entidad, que poco a poco se va extendiendo al ámbito ciudadano en que se desenvuelve la misma y sus productos, dado que la cultura es, en última instancia, una “riqueza intangible” que va impregnando los colectivos a quienes se dirige, empezando por los más cercanos, con una fuerza cada vez más expansiva.

¿Y qué supone, finalmente, para los actores culturales ese apoyo?: un yacimiento de trabajo que les permitirá desarrollar su labor creativa y obtener la necesaria y lógica remuneración a su trabajo, un medio para darse a conocer y poner su obra en valor, en el caso de autores nuevos o poco conocidos, mayor consolidación de los consagrados y la formación de un “caldo de cultivo cultural” exportable como paquete o conjunto regional, que dará a Castilla y León una proyección externa, que en otras condiciones no sería posible. Todo gracias al apoyo de aquellos empresarios que asuman la filosofía de cultura-empresa, apostando por los proyectos e iniciativas necesarios y beneficiosos para todos los actores que intervienen en la proyección social del hecho cultural: artistas y escritores, empresas a título individual, organizaciones empresariales, sociedad en general y comunidad castellano-leonesa, en una verdadera apuesta de intención que empieza siendo una forma más de cohesión regional para trascender después a ámbitos más amplios.

FORCAL es, en este terreno, un ejemplo a seguir y esperamos que el convenio firmado con CECALE comience a dar pronto buenos frutos.

Julián ALONSO
Poeta y escritor
                           Coordinador editorial de la Colección Soñando Futuros (FORCAL)